Cuando inició el confinamiento, se evidenció la escasez de mascarillas respiratorias N95 y FFP2. La Organización Mundial de Salud (OMS) recomendó utilizar barbijos de tela o “no médicas” y, días después, el Ministerio de Salud (Minsa) publicó las orientaciones para su fabricación. Esto motivó a diversas marcas diseñar modelos atractivos para el consumidor local con el patriotismo como tema central, considerando que según una encuesta de Datum, el 92% de peruanos evidencia un arraigado sentimiento de nacionalidad, cercanía y cariño al país y sus raíces.
En medio de la crisis, la diseñadora Inés Menacho convirtió un implemento sanitario en un accesorio lleno de colores vivaces que representan las zonas andinas del territorio nacional, con trazos de la cultura inca e imágenes religiosas, como la de Sarita Colonia.
La diseñadora Violeta Quispe, así como las marcas ProjectPietá y Whairo se sumaron al concepto de mascarillas al estilo peruano, utilizando el escudo y el mapa del Perú en sus productos. Otro caso interesante es el de las artesanas emprendedoras de Puno. Martha Panca Lazarino es una joven nacida en el distrito de Capachica, y elabora mascarillas con el mismo estilo de su típico vestuario altiplánico, arte textil que heredó de sus padres y se caracteriza por bordados de flores de rosa y de cantuta. Nélida Cruz es otra artesana puneña que innovó en esta pandemia: teje y borda mascarillas para frenar el COVID-19 con fibra de alpaca. Ella comenta que se reinventaron, buscaron nuevas formas y encontraron en los motivos andinos tradicionales una atracción para que sean comprados. Es el orgullo nacional a flor de piel.